Luego de una productiva semana de trabajo, el pasado viernes me dirigía hacia mi casa como es habitual, partiendo desde el agradable sector del World Trade Center de Bogotá. Llegué a una de las esquinas por las que día a día transito y allí estaba, como ya es costumbre por estos días en la calle 100, el personal de la denominada Ola Naranja, tratando de arreglar un poco el trancón que se ha visto agravado con el hundimiento de la carrera 11 con calle 98. Para los que no lo saben, los miembros de esta denominación, que no tienen nada que ver con la Naranja Mecánica de Holanda ni con las ventas de jugos de fruta, son aquellos amables individuos que encontramos con una chaqueta color naranja por las calles y en el TransMilenio, y son facilitadores a cargo de la difícil tarea de “transformar la cultura ciudadana de la movilidad”.
Una cordial dama, miembro de este valioso grupo, diligentemente “ayudaba” a los transeúntes del sector, y ahora le tocaba ayudar al peatón de turno, este servidor. Era la encargada de “cuidarme” en la peligrosa travesía desde el andén en que me encontraba hasta el otro lado de la calle; y ella contaba con toda la intención para hacerlo, mas parecía no contar con toda la concentración necesaria, por lo menos en mi turno, por lo cual se constituyó más bien en una “des facilitadora” para mi travesía.
Lo que sucedió fue que, mientras que la diligente señora naranja me miraba y me decía llena de simpatía “siga”, dándome el paso para cruzar la calle; los cables de su cabeza como que hicieron un corto circuito y, al mismo tiempo, con su mano derecha hacía la señal de “pasar” al vehículo que, si no es porque me percato del asunto, me hubiera hecho pasar un buen susto, ¡ay bendito!
En fin, el susto nunca llegó, gracias a Dios, pero lo que sí vino a mi mente fue la siguiente reflexión: “tus palabras y tus hechos deben estar alineados entre sí, de lo contrario traen problemas”. Claro, la amable “des facilitadora” con su voz me dio el paso, pero con su mano derecha me lo negó, ¡y qué peligroso puede llegar a ser este coctel de instrucciones opuestas! ¡Otro “desconcentrado”, igual que la amable señora, en mi lugar hubiera sido candidato para quedar extendido en plena calle 100!
Llevando un poco más allá esta aislada "experiencia naranja" (pues la Ola Naranja es en realidad una muy buena iniciativa), me quedé reflexionando acerca de lo negativo que puede llegar a ser que tus palabras no tengan coherencia con tus acciones. Tristemente, encontramos afirmaciones relacionadas con esta problemática tales como “esa persona predica, pero no aplica” o “él es luz en la calle, pero oscuridad en la casa”. O sea, hay individuos que al hablar quedan como príncipes, pero al actuar quedan “como un zapato”; y bueno, si fuera como un zapato Converse nuevo, pues vaya y venga; pero la cuestión es que quedan peor que un zapato marca Gato, roto y con el tacón partido. A partir de esta experiencia, y como están de moda los programas de imitación como el gran éxito del canal Caracol “YO ME LLAMO”, nuestro inquieto grupo investigativo decidió hacer una convocatoria para ver quién “sí se llama El Zapato que Predica y Aplica”, o sea aquél que mantiene coherencia entre lo bueno que dice y lo que hace; que predica que mantendrá en pie a su usuario, y que efectivamente lo hace. A continuación, los participantes:
1. Yo me llamo el zapato que ni predica ni aplica:
Apariencia física:
Presentación: Este participante no predica nada, ni tampoco lo aplica. No le dice a su usuario que lo sostendrá si lo usa, y definitivamente no lo sostendrá si decide usarlo; pues es de cristal y no resistirá su peso.
Concepto del jurado: “No veo en ti el zapato que estamos buscando”. “No tienes la fuerza necesaria”. “Definitivamente no te llamas”.
2. Yo me llamo el zapato que no predica pero sí aplica:
Apariencia física:
Presentación: El presente participante no predica, pero en realidad termina actuando de manera similar al talento buscado. No habla mucho, pero sí actúa. Su apariencia no promete sostener a quien lo use pero, al usarlo, sí lo sostiene; aunque parezca increíble.
Concepto del jurado: Tienes la actitud de manera parcial. Aunque nos conmoviste y es bueno tu actuar, sería mejor si también predicaras, con lo cual lograrías el complemento perfecto. Por lo anterior “No te llamas el zapato que predica y aplica”.
3. Yo me llamo el zapato que predica pero no aplica:
Apariencia física:
Presentación: Este participante es lo más desafinado y destemplado de la convocatoria. Promete y promete, pero nada cumple. Dijo a su usuaria que la sostendría, pero esta última terminó en el suelo.
Concepto del jurado: Aunque tienes un gran parecido físico con el talento que estamos buscando, eres totalmente descoordinado e inconsistente en palabras y hechos; “Eres la peor presentación de la noche” y “definitivamente no te llamas”.
4. Yo me llamo el zapato que predica y aplica:
Apariencia física:
Presentación: Sus acciones son el reflejo verdadero de lo que dice. Sostiene en pie a su usuario aun en las condiciones más adversas.
Concepto del jurado: “Me hiciste erizar”. “Definitivamente tienes el color de voz y la actitud”. Porque enseñas con tus palabras y sobre todo con tu ejemplo, “Sí te llamas el zapato que predica y aplica”. “Te quiero ver en Bogotá, para que sigas tu proceso como zapato”, y no solo en Bogotá sino en el mundo entero. Necesitamos a muchos como tú, y yo también quiero imitarte.
Muchas veces lo hemos escuchado y es algo totalmente serio e importante, y hoy es una nueva oportunidad para recordarlo aunque sea en medio de risas y "zapatos predicadores": Es más importante tu ejemplo que las cosas que dices. De nada vale que grites al predicar, si tus acciones niegan lo predicado. De nada vale que te presentes en el concurso de imitadores del canal Caracol diciendo “yo me llamo Shakira” si tus acciones dicen “a yo me llaman Chaquira”… ¡A ver! ¡Si no lo haces como Shakira, entonces NO TE LLAMAS SHAKIRA! ¡Si un zapato dice que te mantendrá en pie, y no lo hace, NO SE LLAMA EL ZAPATO QUE PREDICA Y APLICA!
Nuestras acciones valen más que nuestras palabras y, al actuar, debemos tener en cuenta que hay personas que andan por el mundo preguntando cuál es el camino correcto para seguirlo, y es muy posible que la única respuesta que reciban hoy para su interrogante sea nuestro ejemplo. Dentro de estas personas están principalmente nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y todos aquellos que Dios puso cerca de nosotros como un voto de confianza a nuestra capacidad de bendecirlos y enseñarles que, aun en medio de una sociedad que imita muchas cosas malas, hay personas que sí imitan a Jesucristo, y que sin lugar a dudas “sí se llaman Cristianas”.
¡Hasta la próxima!
Fuente Fotos:
Yo Me Llamo: http://www.mundonets.com/images/yo-me-llamo.jpg
Ni predica ni aplica: http://www.girlnation.es/upload/noticiasgal/Maison-Martin-Margiela-cristal.jpg
No predica pero sí aplica:
http://img2.masaryk.tv/imgr/570/380/4/100/data/sections/61107/zapatos-sin-tacon.jpg
http://img2.masaryk.tv/imgr/570/380/4/100/data/sections/61107/zapatos-sin-tacon.jpg
Predica y aplica: http://www.fotonatura.org/revista/fotos/issue32/DN_Alerta_Tacones.jpg
Hijo fanatastico, si predico y no aplico hemos perdido el tiempo, pues como padres debemos dar ejemplo para ser guias de luz para nuestros hijos. Te amamos. Papa y Mama.
ResponderEliminarMuchas gracias papis, el concepto de ustedes es fundamental para mi! Muchas gracias por su ejemplo, los amo!
EliminarEstoy totalmente de acuerdo!! debemos aplicar lo q sale de nuestros labios y no quedaremos como unos zapatos!!
ResponderEliminarAsí es! Gracias por tu comentario!
EliminarPor eso digo: La biblia de los demás es nuestro testimonio. Lo que la biblia dice muy poco lo saben las demás personas porque no se dirigen al templo a recibir la palabra de Dios; en cambio, ellos sí que están pendientes de nuestro actuar. Por eso, debemos tener coherencia entre lo que predicamos con nuestras palabras y con nuestros hechos.
ResponderEliminarGracias por este articulo Juan.