martes, 29 de septiembre de 2015

Necesitamos un par de personas que hablen mal de nosotros

Es curioso que Jesús nos invite a preocuparnos en el momento en que todos los hombres hablen bien de nosotros; cuando, en realidad, una de las cosas que más nos preocupan es quedar bien con los demás, y hasta lo consideramos una causa justa.

«¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas», dijo Jesús (Lucas 6.26 RVR1960).

Y es que, al tener en cuenta el costo de lograr ese objetivo de que todos hablen bien de nosotros, normalmente será un costo muy elevado, pues, por lo general, se logrará solo de dos maneras: 1) cuando muramos, pues «no hay muerto malo», o 2) cuando vivamos para agradar a todos; y la segunda opción, a la cual creo se refería Jesús, viene a ser la más trágica.

¿Por qué? Bueno, porque, para agradar a «todos», tenemos que renunciar a nuestras convicciones, esencia, carácter, creencias, y hasta a nuestra fe; y pocas cosas nos pesarán tanto al final de nuestros días como no haber sido nosotros mismos.

Por supuesto, no quiero decir que debamos llevar una vida que no considere a los demás, y que pase por encima de ellos; tampoco a que sea bueno que hablen mal de nosotros por ser auténticos malhechores; sino a tener un carácter definido, con más razón si se trata del carácter de Cristo en nosotros.

Creo que una de las cosas que nos hará más felices en la vida, es ser nosotros, ser auténticos; a pesar de que no les guste a los otros.

Ojalá haya pronto un par de personas que hablen mal de nosotros, especialmente por agradar a Dios y no a ellos; pues estoy convencido de que esto pintará una sonrisa en nuestro rostro al morir, cuando, por fin, todos podrán hablar bien.

¡Hasta la próxima!

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