Casi todos hemos recibido la llamada telefónica de un vendedor de tarjetas de crédito. Sí, de esos que te contactan gracias a que un conocido tuyo les suministró tus datos de contacto y que, luego que respondes a su saludo, dan rienda suelta a una lengua indomable que ni siquiera tiene la delicadeza de preguntarte si tienes tiempo para atenderle.
En días pasados fui declarado objetivo militar de una de estas fieras de las ventas, quien en mi historia quedaría registrada como La Lengua Más Rápida del Oeste o Quick Tongue, capaz de pronunciar más de 250 palabras por minuto sin respirar, entrenada bajo las condiciones más adversas, y con capacidad incluso para hablar ferozmente debajo del agua (estoy seguro de ello).
Antes de seguir, hago un paréntesis para decir que admiro a las personas que trabajan en ventas, porque tiene grandes virtudes y casi siempre una forma de ser maravillosa; pero, todo hay que decirlo, algunos se pasan en intensidad y palabras por minuto.
Continuando con la historia, la voraz vendedora telefónica, a quien por motivos de seguridad llamaré Quick Tongue, desde la primera hasta la última de las cuatro llamadas que me hizo inicialmente, recibió siempre la misma respuesta de mi parte: “no estoy interesado; muchas gracias, señorita…”.
Sin embargo, aquella voraz no se detuvo ante mi respuesta, luego de lo cual en cada ocasión continuaba hablándome a una velocidad de cinco productos ofrecidos por segundo; pero mi respuesta se mantuvo firme: “no estoy interesado, señorita; muchas gracias…”.
Luego de que yo lograba imponer mi lengua ante la temible Quick Tongue, creía que todo terminaría allí; pero la llamada se repetía una y otra vez después de algunos días. Cuatro llamadas, en las cuales mi respuesta fue siempre la misma: “no estoy interesado en ninguno de sus productos… Es usted muy amable, señorita Quick Tongue…”.
Resulta que, luego de aquella cuarta llamada, tuve un inconveniente con el proveedor de mi tarjeta de crédito, por lo cual tuve que lamentar haber rechazado la oferta de, la que entonces consideré, la amable señorita Tongue… Suele pasar, verdad, que aquello que botas lo necesitas justo luego de botarlo; y, bueno, era más o menos mi caso.
Gracias a Dios, la señorita Tongue resultó mucho más aguerrida de lo que yo pensaba y, como no hay quinto malo, me hizo una quinta llamada, en la cual le manifesté que existía una posibilidad de aceptar su oferta, y le pedí que me llamara nuevamente para confirmarle al respecto…
La cuestión es que, luego de que yo estaba dispuesto, no sólo a escuchar los trabalenguas de la señorita Tongue, sino también a adquirir el producto que tanto había luchado por venderme, ella nunca me volvió a llamar… hasta el sol de hoy… ¿Será que no me creyó? ¿Se cansó de tanto insistir?
En fin, me quedé pensando que miss Tongue estuvo a punto de lograr su cometido conmigo; estuvo a un pelo, o mejor a una llamada, de lograr venderme su producto… pero le faltó insistir una vez más… ¡tan sólo una vez más!
Después de todo, si ya había insistido con cinco llamadas, no era mucho pedir una sexta… ¿o sí?... Y fue, entonces, cuando vino a mi mente una enseñanza de Jesús, que la Biblia nos presenta en Lucas 18.1-8:
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?
Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
Inicialmente quiero hacer énfasis en que aquél juez injusto no quiso oír... pero “por algún tiempo”… Y mi pregunta es:
¿Qué hubiera pasado si la viuda del relato sólo insiste por su respuesta durante un tiempo menor o igual a ese “por algún tiempo”?
Seguramente no hubiera obtenido lo que buscaba… ¿verdad?
El extra tiempo es un término muy familiar para quienes disfrutamos del fútbol, y es aquel que se juega por encima del tiempo reglamentario del partido, por encima de los noventa minutos, y que se usa para reponer el tiempo que se haya perdido sin jugar durante los noventa reglamentarios por cuestión de faltas y demás. Es un tiempo proporcionalmente tan corto, que en él no se esperan grandes cambios en los resultados, pues son escasos tres minutos (o menos) frente a los noventa ya transcurridos; y, sin embargo, grandes victorias allí se han obtenido…
Aunque no se hayan dado las cosas “por algún tiempo”, grandes cambios de lo que ya parecía ser historia se pueden dar… ¡pero hay que luchar aún en el extra tiempo! ¡Allí se puede definir todo! ¡El equipo que se descuida en el extra tiempo, puede terminar por perder todo su esfuerzo!
Ahora, en realidad no estoy interesado en referirme al fútbol en este momento, sino a esas luchas que tenemos por cumplir nuestros sueños, en especial a esas que hoy sentimos que se encuentran fuera del tiempo que estábamos dispuestos a esperar... que están en extra tiempo…
Al parecer, no hay nada más que hacer… Parece que todo se definió ya en nuestra contra en los noventa minutos reglamentarios… Ya usamos nuestras mejores estrategias durante todo el tiempo transcurrido, pero nada ha funcionado y, peor aún, parece que todo ha empeorado…
Sólo queda lo que parece ser un extra tiempo, un tiempo que ya está fuera del que nosotros mismos definimos como reglamentario para obtener lo que deseábamos… escasos minutos de una mezcla de esperanza y desesperanza, durante los cuales no parece que las cosas puedan ya mucho cambiar…
¿Recuerdan a la señorita Quick Tongue? Creo que ella se retiró del campo de juego justo en lo que ella consideró un extra tiempo, cuando, sin saberlo, finalizaba ese “por algún tiempo” en que mi respuesta era un “No”; y ella hoy seguramente está convencida de que nunca iba a lograr su propósito conmigo… pero se equivocó… sí lo hubiera logrado, de haberlo intentado una vez más… ¡Sólo una vez más!
¿Cuánto falta para alcanzar nuestros sueños? ¿Serán alcanzados un día? Son nuestras preguntas en este día, hoy, que muy seguramente está más cerca que nunca el final de aquel “por algún tiempo” en que la respuesta que hemos recibido ha sido “No”; y Jesucristo, en medio de un ámbito espiritual que nos enseña que “hay que tener fe para poder ver la gloria de Dios en lo que deseamos” (Juan 11.40), nos responde:
Les digo que pronto les haré justicia. Pero cuando venga el momento para responderles y darles lo que desean ¿hallaré fe en ustedes para que lo puedan ver cumplido?
No quiero despertar mañana preguntándome “¿qué hubiera pasado si lo intento una vez más…?” .
Prefiero recibir un “No”, antes que vivir para preguntarme “¿qué hubiera pasado si lo intento de nuevo…?”.
Prefiero la tristeza del valiente que ha luchado sin ganar, que la incertidumbre del cobarde que no se atreve a luchar…
Todo tiene un límite, es verdad, y Dios en su amor y sabiduría podría respondernos “No” acerca de alguna petición; pero si se trata de un “No”, debemos asegurarnos que sea de parte de Dios, y no una renuncia nuestra a la posibilidad de alcanzar lo que queremos, no una renuncia a la posibilidad de intentarlo una vez más.
La clave está en mantener la fe e intentarlo tantas veces como sea necesario… porque, como dijo Jesucristo, según vemos en la Biblia con traducción en lenguaje actual: “Desde que Juan el Bautista comenzó a predicar hasta ahora, el reino de Dios avanza a pesar de sus enemigos. Sólo la gente valiente y decidida logra formar parte de él” Mateo 11.12.
No será fácil, pero yo quiero ser parte de ese grupo de valientes y decididos que, luchando hasta el final, forman parte del Reino de Dios… ¿y tú?
¡Hasta la próxima!
Referencia Bíblica:
Las citas bíblicas (RVR 1960) son de la versión Reina-Valera © 1960. Modificadas en algunos apartes.
Fuente Imágenes:
VERDADERAMENTE HAY QUIENES SE DAN POR VENCIDOS ANTES DE LLEGAR AL FINAL!! HAY PERSONAS QUE SE AHOGAN EN EL FONDO DEL MAR O EN EL DE UNA PISCINA!! PORQUE DEJARON DE LUCHAR!! YO CREO QUE LAS PERSONAS QUE SE AHOGAN EN LA SUPERFICIE SON LAS QUE TIENEN UNA META EN SUS VIDAS, QUE TIENEN UN ILUSION Y ALGUIEN POR QUIEN LUCHAR!! TODO CRISTIANO DEBE TENER UNA DETERMINACION PARA LUCHAR MAS ALLA DE SUS PROPIAS FUERZAS YA QUE COMO DIJO PABLO A LOS FILIPENSES: TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE!!!
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