martes, 10 de abril de 2012

Cementerio de Sueños


De repente y en medio de la noche allí estaba yo, envuelto en una nueva choco aventura cósmica, en uno de los lugares más extraños que jamás conocí, y al cual jamás quiero volver, ¡ni en sueños!

Cementerio de Sueños” era el letrero de la entrada por la cual pasé, a un sitio que efectivamente parecía un camposanto, aunque con ciertas particularidades. Me encontraba entonces rodeado de tumbas… Ayyyyyyy… Tumbas muy raras que extrañamente no llevaban inscripciones de nombres de personas, sino que contaban con titulares generales tales como Casarme, Estudiar, Servir, Cantar, Viajar, Amar, Prosperar, Ser el mejor esposo, entre muchos más; y otros titulares más específicos, como Casarme con Sara, Ser un médico y Ser un gran líder juvenil. Me llamó mucho la atención ver algunas tumbas con titulares de sueños que alguna vez yo había tenido, y que hoy estaban en el olvido; y seguí explorando el tenebroso lugar, aunque yo no comprendía lo que veía.

Las tumbas tenían epitafios tales como “Nunca creyeron en mi”, “No esperaron lo suficiente por mí”, “El temor fue más grande que yo”, “La sombra del pasado no dejó que yo viviera”, “Nadie luchó por mí”, “El lema de mi dueño era ‘Dios me lleve, Dios me traiga´”… ¡Ah, cosa rara todo esto!

De repente, algo así como una persona detrás de mí, ¡que me hizo sentir gran terror! Llevaba puesto un gran sombrero de duende o mariachi con calcomanías que carecían de todo glamour y que tenían palabras y frases como Remordimiento, Decepción, Incredulidad, Desesperación, Pereza, Impaciencia, Pasividad, Pecado, Pasado y Conformismo. Además, aunque no era el cantante colombiano Juanes, tenía una camisa negra, con un estampado de letras blancas grandes muy grandes en el pecho, con la frase Se habla TEMOR, ¡Auch!

¡No!, ¡pero que es esta vaina!  - Pensé.

Nada de lo que veían mis ojos tenía sentido, hasta que pude escuchar a aquel “duende” que reía diciendo: un sueño más para enterrar, y una vida más que está a punto de llegar. ¡Ayyyyyyy mamitaaaaaa! ¡Qué miedo! ¡Pegué un salto que casi me caigo!

Entonces, cada vez más asustado, vi cómo entraba un cortejo fúnebre a aquel oscuro lugar y ayyyyyy, yo como que me quería ir de allí, pero la curiosidad me detenía… Y me quedé para ver en aquella lúgubre escena a los siguientes personajes:

El Sepulturero: Era el mismo "duende". Llevaba una pala en la mano, y cantaba como ebrio y muy desafinado en compañía de unos mariachis de dos pesos, así: “si te vas no hay lío, hay otro que quiere quitarme el frío, tú ve por tu lado y yo por el mío y así nos dejas vivir en paz”… ¡Fuchi! o ¡Guacala!

El Sueño: Pude saber quién era “el finado” (Como dicen los abuelos), al fijarme en la lápida que se encontraba junto al hoyo hacia al cual marchaba el funeral, y cuya inscripción era la siguiente: “Aquí yacen todos mis sueños, hasta el sueño de soñar”, lo cual estaba seguido del epitafio: “Por haberse portado muy imposibles y esquivos, los condeno a la muerte”. ¡Oh, no!

El Más Dolido de la Escena: Pude ver a este ser con una mirada llena de amor, y lo único que recuerdo es que decía al dueño del sueño insistentementeNo temas, yo estoy contigo” (Isaías 41: 10), “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3: 11), “echa toda tu ansiedad sobre mí, porque tengo cuidado de ti” (1 Pedro 5: 7).

El Dueño del Sueño: Éste sí que me sacó la piedra, pues parecía no entender lo que sucedía a su alrededor, y qué susto cuando pude ver su rostro… ¡Era yo! ¡Ayyyyyyyyyy! Pero parecía dormido o sonámbulo, y hasta hacía la segunda voz en los coros del mariachi, diciendo “si te vas no hay lío”… “Ay, por Dios, ¡te enloqueciste de verdad! ¡Cómo que ‘no hay lío’ sonso! ¡A veeeerrrrrrr!” – Dije muy asustado a mi otro yo, y viendo morir a mis sueñitos.

El Público: Y bueno, estaba yo de público, o sea el otro yo, el cuerdo, el que veía la escena. Además de “El más dolido de la escena”, yo era el único que se oponía a que enterraran a los sueños, y les dije “pues si los entierran a ellos, me entierran a mí”, con lo cual valientemente logré que me enterraran a mí también con los sueños… Ayyyyyyyyy…. ¡Se me acabó la valentía ya enterrado! Pero, ¡a lo hecho pecho!

Ninguna posibilidad de salvación tenía yo ya, por andar de envalentonado, y entonces apareció uno de mis súper héroes favoritos para rescatarme de nuevo, con su acostumbrada voz desentonada pero en este caso muy oportuna, diciendo: “ti-ri-ri-ri, ti-ri-ri-ri, ti-ri-ri-ri”, y con gran alegría desperté y vi en su rostro, mientras lo besaba, que eran las 6:00 AM. ¡Wow! ¡Qué descanso, luego de aquella terrible “noche de descanso”! 


Una cruda realidad presentada en forma de sueño, con una vida real a veces tan asombrosa o más que las mismas pesadillas que tenemos. Aquel terrible relato del “Cementerio de Sueños” se parece en verdad al caso de alguien que conozco, y quien en medio del cansancio que se siente en ocasiones, cuando luchas por mantener vivos  ciertos sueños que parecen jamás alcanzar su cumplimiento, decidió simbólicamente enterrar su derecho a soñar. La verdad era que entonces le resultaba “muy costoso" sostener con vida lo que soñaba, pues era un alto precio el que pagaba aquel soñador al vivir lo que parecían interminables decepciones, ansiedades y esperas; y entonces decidió dar “cristiana sepultura” a la posibilidad de soñar más en la vida.

Camino al trabajo, con la mirada hacia el suelo y en ocasiones hacia cualquier lado sin objetivo claro, aquel soñador encontró un jardín por el cual cruzó y en el cual simbólicamente enterró sus sueños y la posibilidad de soñar más. Simbólicamente renunciaba a vivir, porque  como alguien dijo por ahí un hombre comienza a morir cuando mueren sus sueños.

Felizmente, aquel soñador de sueños un día volvió a la vida cuando, armado de esa valentía llamada por algunos “fe”, regresó a aquel jardín para exigirle a la tierra la devolución de unos sueños que no le pertenecían y acerca de los cuales sólo Dios desde entonces decidiría. Aquel soñador de sueños volvió a la vida, y resultado de sus sueños locos se encuentra escribiendo cosas que tú ahora lees, y está cargado de sueños “imposibles” con la confianza puesta en un Dios que nos dice que si le creemos todo lo que soñamos será posible (Marcos 9: 23). 

Existen por lo menos dos maneras de renunciar a nuestros sueños, una es abandonarlos y no hacer nada por ellos; y la otra, es cambiarlos por incredulidad por algo que al fin y al cabo no estaría tan mal, por lo cual debemos asegurarnos de que, si cambiamos uno de nuestros sueños, no sea para escribir un epitafio que diga acá yace un sueño cambiado por falta de fe, porque se creyó que no era posible… Aunque sí lo era.


Un alma libertada por Dios y con confianza en su poder y amor, será un alma que soñará (Salmos 126: 1 “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan”). 



¡Hasta la próxima!


Referencia Bíblica:
Las citas bíblicas (RVR 1960) son de la versión Reina-Valera © 1960.
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