—Éste,
que abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que muriera? —Dijeron algunos.
—Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto —dijo
alguien más.
—¿No
te dije que si crees verás la gloria de Dios? —Dijo Él.
Saben
de qué hablo, ¿verdad? La muerte de Lázaro. Todos recordamos la historia; y
hasta hemos juzgado las palabras y la actitud de Marta, María y los demás
presentes.
Pero
cuando pasamos por tiempos difíciles, seguramente, en lugar de juzgar a quienes
dijeron aquellas palabras, más bien nos identificamos con ellos, y pensamos: